miércoles, 10 de octubre de 2007

el respeto en el aula

El valor respeto en el aula: un desafío para los saberes pedagógico y disciplinario

Julio Negrón Andrade
Magíster en Educación mención Orientación Educacional
Universidad del Bío-Bío
RESUMEN
La educación debe volver la mirada y reflexionar sobre los límites de su campo, para comprobar una vez más que las cotas exceden con creces el dominio de una o más disciplinas del saber, porque lo que está en juego es la integridad de los seres humanos, el respeto de sus derechos y la construcción de un mundo en que los valores se constituyan en una norma de vida. Sin embargo, este ideal que está en la base de cualquier sistema educacional debe ser confrontado con la realidad de los colegios, ¿cómo se practican los valores en las salas de clases? ¿ esta praxis lleva a nuestros estudiantes a constituirse como personas respetuosas, orientadas por un ethos interno, que se desarrolla desde la infancia y que sólo termina con la muerte?. Constituye, sin duda, un desafío y responsabilidad de los saberes pedagógico y disciplinario dejar de lado la orientación axiológica de la escuela tradicional e incorporar la práctica social cotidiana presente también en la práctica escolar.



El respeto como valor en la interacción social ya desde la Antigüedad se vinculaba al orden y no a la persona, los términos latinos respectus y observantia hacen referencia a las leyes, evocan la actitud de atención y disposición a la obediencia efectiva, cuyo objeto es el poder constituido o la norma jurídica y el mandato jerárquico que de ella emana. La primera dimensión del respeto en la Antigüedad es la aceptación teórica y práctica del orden y sus necesidades. Para Santo Tomás de Aquino
[1] el respeto es un valor de conservación y que se transforma en valor de progreso. El respeto de un poder (observantia) es una virtud unida a la justicia, y es virtuoso en cuanto tanto es justo y únicamente lo es en relación con las decisiones morales legales de un poder legítimo. El respeto representa una forma de solidaridad social, mediante la cual el sujeto se vincula cordialmente con las personas a cargo del bien común.

En la actualidad, el respeto es la base de la convivencia social en un estado democrático donde la observancia a los Derechos Humanos es uno de sus principios más caros para el sujeto. Emmanuel Lévinas(1998)
[2] –filósofo francés- ha establecido los términos de lo que él mismo llama metafísica respetuosa, cree que aquello que define al individuo respetuoso es la capacidad par reconocer la alteridad de los otros: El sujeto moral es aquel que reconoce la diferencia de los otros, que la respeta y es responsable de ella. (...)El yo moral, así definido es un sujeto respetuoso, no imperialista.[3]

De lo que se deduce que hablar de respeto es hablar de los demás, se trata -entonces- de establecer hasta dónde llegan mis posibilidades de hacer o no hacer, y dónde comienzan las posibilidades de los demás. El respeto es la base de toda convivencia social porque no sólo radica en la observancia de las leyes o la actuación de las personas, sino también tiene que ver con el ejercicio de la autoridad, como se observa en el reconocimiento de los hijos hacia sus padres y de los alumnos hacia los profesores. El respeto es también una forma de reconocimiento, de aprecio y de valoración de las cualidades de los demás, ya sea por su conocimiento, experiencia o valor como personas.

Así, el respeto atraviesa el comportamiento del sujeto en múltiples áreas de su pensar, hacer y convivir. Tiene que ver -por ejemplo- con creencias religiosas y políticas, que probablemente se arrastran desde el núcleo familiar y que forman parte de la convicción de la persona. La aceptación no sólo involucra el respeto sino también la tolerancia hacia el que piensa o profesa un credo diferente. Está última exige el reconocimiento de la pluralidad, la diversidad de las ideas y posturas respecto de algún tema, o de situaciones particulares de la vida o de la cultura de la cual proviene el sujeto, en cuestión.

Se observa que en los Objetivos Fundamentales Transversales, la palabra respeto
aparece frecuentemente como la necesidad de desarrollar en el estudiante esta capacidad para su mejor desarrollo: vivir en armonía, paz y seguridad en sí mismo. Sin embargo, la enseñanza y vivencia de los valores generan frecuentemente discrepancias que hace necesario mejorar la internalización de éstos en la vida escolar y su proyección a la vida social. Cuando se consulta a estudiantes y docentes ¿cuál es el valor más apreciado en el sistema escolar? declaran que es el respeto de manera unilateral y paradojalmente fuente también de conflictos. La construcción del significado que a este valor le atribuyen los docentes y alumnos(as), en el discurso particular y en aquel de la escenografía social, es clave para la comprensión del respeto como práctica. Es así como se ha observado que las
relaciones de interacción que establecen y desarrollan los estudiantes del centro educativo suelen estar basadas en comportamientos que no expresan cabalmente actitudes de respeto, responsabilidad personal y social.

La investigación mostró que en su relación entre pares, los alumnos/las alumnas manifiestan una confusión en torno a la representación y concepción del valor del respeto. Consideran que exponer sus puntos de vista es valioso, pero en la práctica pocas veces ponen atención o escuchan a sus compañeros. Cuando sienten que no son escuchados por sus pares, tratan de imponerse por la fuerza. En este caso el respeto no es compartir con otros sino más bien imponerse sobre los otros, no importa si su argumentación frente a una determinada problemática responde a las mismas inquietudes, opiniones o aspiraciones de sus compañeros(as). El respeto para ellos es el ejercicio del dominio y la imposición sobre el otro de las propias ideas, sentimientos y aspiraciones, lo que no excluye la violencia en cualquiera de sus expresiones

En cuanto al desarrollo del trabajo con sus pares, los estudiantes manifiestan que sí bien les agrada trabajar en grupo porque ello les permite conocer la opinión de los otros, no deja de ser significativo que un porcentaje importante señale que sus compañeros(as) no son de su agrado, lo que da cuenta de una sociabilidad inmadura porque aún no han aprendido a tolerar o respetar a las personas que presentan algún grado de incompatibilidad con ellos.

El respeto que las alumnas/los alumnos le otorgan a sus profesores a través del saludo y el cumplimiento de instrucciones, desarrollo de las actividades de clases y tareas diseñadas por este, esta impulsado por temor a ser expulsados de la sala de clases, a las anotaciones, a la citación de sus padres y/o apoderados, los mantiene medianamente atentos. El respeto de las obligaciones y el cumplimiento del deber se estructuran sobre la base del temor a la sanción y la aspiración al premio o recompensa, lo que no contribuye a formar personas éticas, como tampoco estudiantes autónomos, capaces de desenvolverse con éxito, si no es bajo el control atento de sus profesores. Este tipo de educación forma ciudadanos respetuosos de las normas y de las leyes por miedo al castigo, pero no por convencimiento o por respeto al otro.

El respeto que las alumnas/los alumnos le otorgan a las autoridades del establecimiento contiene los mismos atributos que el respeto hacia los profesores; está basado en el temor mas que en el reconocimiento de sus atributos y cualidades. Los directivos representan la autoridad institucional y no se percibe una relación más personal y cercana, hecho que se corrobora en el reconocimiento por parte de los estudiantes de que solo la mitad de ellos acudiría a ellos en caso de un problema grave. La autoridad sigue siendo para los estudiantes la dispensadora de premios y sanciones y no representa la instancia que guía su crecimiento y desarrollo; en este sentido, las alumnas/los alumnos estarían privilegiando el plano formal por sobre el contenido.

Para los docentes, la expresión de respeto de parte de los estudiantes se ha perdido, sin embargo la mayoría reconoce que no incorpora las experiencias, conocimientos y gustos relacionados con la materia, como tampoco las opiniones de las alumnas/los alumnos, lo que significa que los docentes no tienen un real compromiso con sus educandos ni sienten el debido respeto hacia ellos. En esta actitud se muestra desinterés e incluso menosprecio por los aportes y los significados culturales de los estudiantes, lo que genera un aprendizaje del respeto en los términos tradicionales de la sumisión y de la aceptación del magister dixit.

Los paradocentes, a través de las entrevistas, señalan que los estudiantes los consideran como una especie de policía escolar, pues ellos son los encargados de vigilar el comportamiento en patios y pasillos; también sancionan sus atrasos e inasistencias, incautan celulares y reproductores de música cuando la situación lo amerita: uso indebido en salas de clases u otras rutinas donde son altamente inconvenientes. Todo esto genera una mala relación entre paradocentes y estudiantes, y los primeros para evitarse problemas con padres y apoderados terminan por no sancionar las faltas leves. Tampoco emana de ellos una disposición a intentar un trato diferente con los estudiantes, ellos ejercen la autoridad tal como lo dispone el reglamento.

En general, se podría inferir que el respeto existe en los establecimientos en la forma tradicional: sumisión a las normas, a la autoridad designada, al reglamento. El acatamiento de las instrucciones y la falta de comunicación que privilegia la forma no contribuye a la formación de alumnas/alumnos autónomos que actúen en forma ética, y donde predominen los principios más que las normas. El temor a la sanción es más estimulante que la construcción de nuevas formas de relación. Así, los estudiantes reproducen las conductas de sus profesores quienes también actúan según el reglamento y acatan normas y órdenes por temor a la sanción. Como toda la sociedad está organizada de este modo, la educación en nuestro país no ha sido capaz de modificar los paradigmas tradicionales. El modelo educativo reproduce y mantiene las jerarquías del orden social establecido: las autoridades educacionales son designadas por otras autoridades; los(as) profesores(as) ejercen la autoridad en la medida que son poseedores del conocimiento y lo trasmiten a las alumnas/ alumnos. El conocimiento no es una construcción que haga el(a) alumno(a), guiado por el(a) profesor(a). Un modelo constructivo del conocimiento tendría en cuenta las diferencias individuales, los diferentes ritmos de aprendizaje, las vivencias de los educandos, promoviendo, de este modo la creación de una “comunidad de aprendizaje”, donde el respeto a los iguales se convertiría en una norma de vida. ¿Qué condiciones definirían una comunidad de aprendizaje?, ¿Qué papel desempeñarían los valores en la construcción del conocimiento?, ¿Qué tipo de sociedad podría construirse con personas formadas en la praxis de los valores humanos?

Hasta el momento, la educación en nuestro país repite, reproduce y mantiene las desigualdades sociales, promueve las exclusiones e incluso ignora las discriminaciones de género, etnia, religión, etc., que se practican al interior de las escuelas y colegios. En este sentido, no es mucho lo que pueden hacer las(os) profesoras(es) subsumidos en un sistema que tampoco respeta sus demandas y que no les da lugar a participar en la creación de modelos educacionales que respeten y tengan en cuenta las características regionales, individuales y el habitus de sus alumnas(os).

El modo de ser que fundamenta lo humano es el mejor garante de la responsabilidad y convivencia para lograr la plena humanización. Creo que estudiar la realidad educacional en relación con la práctica de los valores y, en especial, el valor respeto permitiría proponer una orientación axiológica, elaborando programas de estudios sobre educación en valores desde las primeras edades concretando objetivos y metodologías bajo el alero y responsabilidad de los saberes pedagógicos y disciplinarios, en conjunto .

Esta reflexión fundada sobre mi investigación contribuye a diagnosticar la praxis de un valor tan importante como lo es el respeto, en el desarrollo de la tarea docente por constituir una variable tanto en el rendimiento de las alumnas/los alumnos como en la formación valórica de los futuros ciudadanos de nuestro país. El respeto, según los resultados de esta investigación, incidiría en el clima del aula, los estudiantes seguirían con atención las propuestas de sus profesoras(es), intervendrían en forma ordenada, el docente sería considerado un guía del proceso de construcción de saberes. Las relaciones entre ellos serían cooperativas, empáticas y solidarias, terminando con la competitividad y las prácticas agresivas y violentas.

Debemos estar conscientes que el tratamiento de los contenidos curriculares no constituye el medio más importante de transmisión de los valores porque en la mayoría de los casos los contenidos están en función de desarrollar ciertas capacidades y destrezas sin promover la reflexión y comprensión del contenido y sin tratar las referencias axiológicas que dichos contenidos plantean.

Por último, es un desafío y una responsabilidad de los saberes pedagógicos y disciplinarios dejar de lado la orientación axiológica de la escuela tradicional, basada en la relación autoritaria y en la preferencia por la forma, la ceremonia y el orden que carecen de significado real para las alumnas y los alumnos. Las referencias axiológicas inmediatas a la práctica social cotidiana están presentes también en la práctica escolar. Por ello, es imprescindible en la formación de los futuros profesionales de la educación, en las respectivas Facultades, el estudio y análisis de los valores: su teoría y praxis como parte esencial en la construcción de los saberes pedagógico y disciplinario, para que en la práctica docente sea la base de la formación de nuestros jóvenes porque es en el desarrollo cotidiano de las capacidades cognoscitivas, habilidades técnicas y operativas y de los rasgos de personalidad que se produce la internalización de los valores que rigen el comportamiento social en cuanto soporte de actitudes, sentimientos y pensamientos.
[1] Cf. Ferrater Mora. Diccionario de Filosofía, p. 3277-3278
[2] Cf. Güell Barcelo. Manuel y Joseph Muñoz Redon (1998). La educación de valores (Teoría y práctica de una quimera), Barcelona, Octaedro, p. 53.

[3] Ibid.,p.54.



El respeto entendido como un valor que faculta al ser humano para el reconocimiento, aprecio y valoración de las cualidades de los demás y sus derechos, es la base fundamental en la cual se sostienen todas las relaciones humanas: las del hijo con su padre, la del jefe con el subalterno, la de un grupo de amigos, la de profesores con sus alumnos, entre los propios compañeros de clases, etc.
El respeto debe estar presente en todo orden de cosas, especialmente dentro de las aulas ya que éste crea un ambiente seguro y cordial; permite la aceptación de las limitaciones ajenas y el poder reconocer virtudes en los que nos rodean. Todo esto crea un contexto optimo para que los alumnos logren un buen aprendizaje

Pero ¿Cómo logramos fomentar la práctica de este valor?
Nuestra labor como docentes no debe recaer solo en el querer enseñar contenidos, sino también en reforzar valores que actualmente en nuestra sociedad se encuentran en disminución, a diario podemos ver como la falta de respeto y la falta de tolerancia invade todo los sectores de nuestra vida, incluyendo las salas de clases en donde alumnos golpean a otros alumnos o maestros gritan a alumnos y viceversa .
Realizar y asistir a clases en una aula donde no se practica el respeto es desagradable y agotador tanto para el Profesor como para el alumno y los resultados que se obtienen no son buenos. Por eso debemos inculcar y demostrar el respeto desde el primer día de clases, para que se vuelva un habito en los alumnos y en el profesor.
El respeto es algo que se da y se recibe, no podemos pretender recibir respeto de nuestros alumnos si nosotros los profesores no practicamos la tolerancia y la aceptación de las personalidades, virtudes y defectos de nuestros alumnos (ya que sin duda la tolerancia es la base sobre la cual se construye el respeto) difícilmente podemos recibir a cambio sentimientos positivos
Es importante destacar que el respeto no debe basarse en que los niños(as) miren al profesor como un ser autoritario al cual hay que temer, tenemos que evitar caer en el error de confundir temor con respeto ya que ambos son sentimientos que no tienen nada que ver. Tenemos que esforzarnos en que los alumnos nos vean como un guía que les servirá de apoyo durante el proceso aprendizaje.
Sin embargo, hay que destacar que el verdadero respeto también reconoce las jerarquías en las relaciones. Por ejemplo, los niños(as) deben tener siempre en claro que el profesor es la persona que cuenta con más experiencia , por lo cual, hay que seguir las indicaciones que da. Si el alumno difiere en algo con el docente, el profesor debe permitir que exista la posibilidad de negociación y discusión, y de esta forma siempre se tomarán acuerdos positivos.
Si bien en la escuela se debe reforzar el respeto es la familia donde se debe aprender y fomentar a diario este valor. Si un niño(a) no siente respeto por sus padres, difícilmente sentirá respeto por otras personas, por lo tanto lo progenitores deben hacerse cargo de demostrarles a sus hijos diariamente en su hogar la importancia de este valor Para resumir, pienso que el respeto no se logra con mano dura y actitudes estrictas, sino que entregándolo primero. Esta actitud debe estar presente siempre dentro del aula, para generar relaciones sanas, duraderas y afectivas entre los seres que se relacionan dentro de ella. Como docentes no podemos dejar que la violencia se convierta en el medio para imponer criterios. El respeto conoce la autonomía de cada ser humano y acepta complacido el derecho a ser diferente.